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Mi cuñada Felisa, tenía por aquel entonces contaba con treinta y cinco años había decidió casarse con su novio, tras haber estado más de cuatro años de noviazgo. A través de mi esposa sabia que ella continuaba siendo virgen, y que era de las que querían llegar intactas al matrimonio, siguiendo la tradición familiar y la costumbre de su pueblo. Circunstancia que en aquel tiempo era visto como muy normal, especialmente conociendo las tradiciones tan pulcras de mis suegros, por lo que no era extraño que ella hubiera mantenido su virginidad intacta hasta el momento.
Me llamo Elías, y en aquellas fechas contaba con cincuenta y seis años, y pese a mi edad, aún continuaba manteniendo mi buena corpulencia física, machacado con constante ejercicio físico que justificaba mi fornido cuerpo. Con una altura de uno ochenta, perlo castaño, ojos marrones y con esa barriga aún plana, seguía manteniendo mi atractivo físico de mis años más jóvenes. En el plano sexual igualmente continuaba conservando una buena efervescencia sexual, quizás demasiado para lo que realmente necesita mi esposa. Sé que ello no es muy normal en los varones de mi edad, pero en mi caso, ello ocurría como les estoy contando.
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Mi esposa Ana, es doce años más joven que yo, y tenemos tres hijos. Ella tiene una hermana, mi cuñada Felisa, que es la benjamina de su familia, la cual está compuesta por seis miembros, tres hembras y tres varones. Mi esposa es la primogénita y, Felisa, como he indicado, la benjamina.
Tras unos años de noviazgo Felisa decidió casarse con Héctor, un hombre mucho mayor que ella, constructor, y con una buena posición económica. Creo que esto último fue lo que motivo a que mis suegros presionaran a su hija para que se casara con el mismo. La realidad es que Felisa, era y sigue siendo una mujer, con aire todavía juvenil, eso sí, con un cuerpo no muy delgado, un silueta preciosa, y sobre todo un trasero de esos que causan infarto cuando pasa contoneándose a tu lado. Aunque, lo que más me atraía de ella era sin lugar a dudas sus grandes pechos, no exagerados, pero si destacaban voluminosos sobre su cuerpo, y se veían bastante firmes. Reconozco, que aunque nunca pensé tener nada con ella, sin embargo, en muchas ocasiones fue objeto de mis fantasías sexuales.
Llegado el día de la boda, mis suegros estuvieron decidiendo quien sería la persona que acompañaría a la novia conduciendo el coche, siguiendo la tradición en aquel entonces. Tras varias opiniones, todos decidieron que fuera yo, ya que era el único de la familia que acostumbraba a no tomar alcohol, y por otro lado tenía fama de bastante serio. Cuando me lo propusieron no me hizo ninguna gracia, ya que significaba estar a disposición de los novios, y no poder disfrutar de la fiesta con mi familia. Sin embargo, ante la presión de mi esposa, y la insistencia de mi suegra no me quedo más remedio que aceptar la proposición.
La hoja de ruta trazada era llevarla a la Iglesia, así como acompañarla a la fiesta y posteriormente trasladarlas a un hotel bastante alejado del lugar, donde tenían pensado pasar la primera noche antes de salir de luna de miel, siguiendo un poco la tradición. Tenía por aquel entonces un BMV negro que iba de maravilla para dicho menester.
Mi mujer y mis hijos irían en otro vehículo, ya que yo estaría claramente ocupado y en dedicación esa noche: solo para chofer de los novios.
Llegado el día señalado, con el vehículo debidamente engalanado, acudí con mi vehículo a recoger a la novia a casa de mis suegros. Cuando observe a la novia, me quede pasmado, “estaba bellísima”. Mi cuñada era bonita, pero esa noche parecía una estrella de cine. El traje que llevaba destacaba su buen pecho, el pelo en forma de cola a un lado, una boca más bien pequeña, con un carmesí que realzaba su belleza. ¡Realmente me quede anonadado contemplandola!
Nunca solía decirle piropos, pero ese día me acerque y le dije al oído: “cuñada eres la novia más guapa que he visto. Estas para comerte. Envidio a tu novio. Se va a llevar una mujer preciosa”. Ella me miro sonriendo agradeció mis palabras, indicando: “eres un adulador, pero viniendo de ti, te lo agradezco de verdad”.
Entramos en el vehículo acompañado de mi suegro que hacía de padrino, y llegamos a la iglesia. Felisa era un manojo de nervios, por lo que antes de salir del vehículo, le indique que estuviera tranquila, que lo iba hacer muy bien, que con los preciosa que estaba iba a dejar a todos obnubilados, y volvió a dirigirme una sonrisa de agradecimiento.
La ceremonia salió perfecta, y salimos con el vehículo y los novios a tomarse las fotos de rigor en una zona muy acogedora y propicia para ello. Para a continuación dirigirnos al lugar donde se celebraría el banquete nupcial.
Tras casi cuatro horas de banquete, se acercó mi suegra a donde me encontraba y me dijo: “creo que Felisa está bastante cansada, y el marido, ya lo ves, se ha propasado y esta borracho como una cuba”, y, “precisamente en este día”. Respiro como resignada y me termino diciendo: “Creo que va siendo hora de que se marchen ya”. La cara de enfado de mi suegra era más que manifiesta ante el comportamiento de Héctor, que llevado por algunos amigos, y especialmente dado su fama de bebedor, se pasaron con la bebida y se encontraba totalmente ebrio. miriam619
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